El Jardín de Gestalt

Expectativas, insatisfacción y cambio

| 4 min (857 palabras)
#crecimiento-personal #opinión-personal

La semana pasada no tuve tiempo para escribir una entrada. Es la primera vez que fallo, desde que empecé con este blog, pero espero que esté justificado.

En una entrada anterior, os comenté que iba a impartir un taller en un congreso en París sobre un programa que empecé a desarrollar en mi doctorado.

Pues bien, ya he vuelto de París, ya he hecho el taller y en esta entrada os muestro qué tal fue la experiencia.

Preparación del taller

Preparar el taller fue mucho trabajo.

Mi intención era que el taller fuese lo más práctico posible: que todo el mundo probase por sí mismo mi programa en su propio ordenador.

El principal problema que sufrí es que no tenía listo una versión del programa que pudiese ser mostrada a usuarios.

Por lo que, a la vez que planificaba el taller, tenía que terminar de desarrollar y pulir aspectos técnicos del programa. Esto fue lo que más dolores de cabeza me produjo. Lo mejor es desacoplar ambas tareas: (1) acabar tu producto y, después, (2) preparar un taller para mostrar tu producto.

Quitando este problema, preparar el taller fue sorprendentemente agradable. Seguí la metodología propuesta en el libro “The Workshop Survival Guide”. El libro propone una metodología incremental donde construyes tu taller poco a poco evitando tener que repetir pasos anteriores.

El día del taller

Llegados a este punto, tenía listo todos los materiales necesarios para realizar el taller. El taller se dividía en dos sesiones de una hora con un descanso a mitad para tomar café.

La primera parte del taller fue perfecta, cumplí con mi horario, cada ejercicio construía hacia la idea global, y en general, notaba como el público le gustaba lo que estábamos haciendo.

El problema fue la vuelta del descanso.

Al volver, tuve un bajón de energía —no tomé café porque quería evitar estar más nervioso aún (quizás para la próxima sí que debería hacerlo)—. Además, como sentía que todo iba más o menos rodado, me confié.

La segunda sesión del taller era significativamente más complicada que la primera. Por lo que, poco a poco, notaba como cada vez menos parte del público era capaz de seguir con los ejercicios que proponía.

Por último, hubo un fallo en uno de los ejercicios que me hizo entrar en pánico durante unos segundos (¿Cómo es posible que no funcione esto? ¿Pero si lo había probado todo el día anterior?). La última media hora estuve descentrado y el final del mismo fue frío porque inmediatamente al terminar mi sesión empezaba otra charla y no hubo momento para interactuar con el público para recibir feedback.

De vuelta al hotel

Caminábamos por París de vuelta al hotel.

Me sentía insatisfecho / decepcionado: mi objetivo no era hacer el mejor taller de mi vida a la primera, pero sí que me hubiese gustado disfrutar de ese momento al final donde pudiese hablar con el público y que me expresasen qué cosas le gustaban y qué cosas no le gustaban de lo que les había mostrado.

Cuando, de repente, se escuchó un ruido que silenció toda la calle.

Un choque.

A mi izquierda, a unos escasos veinte metros, una moto había intentado adelantar a un coche por la derecha. Inevitablemente, el coche no reaccionó a tiempo y alcanzó a la moto por detrás: los dos pasajeros de la moto salieron despedidos contra el asfalto.

Ambos, el chico y la chica, estaban en el suelo, inmóviles. La chica, que era la que iba detrás en la moto, sufría espasmos en una de sus piernas.

No quiero entrar en más detalles: llamamos a emergencias y una ambulancia vino a atenderles.

Yo había presenciado todo el accidente de primera mano, no se cómo describir la sensación de esa noche: me era imposible continuar pensado en lo mal o bien que había salido el taller ese día. Era una preocupación ridícula.

Conclusión: todo está sujeto al cambio

Antes de irme de París, tuve la oportunidad de repetir el taller con un público distinto. Tuve que reducir el taller a una sola hora, por lo que pude quitar todos los ejercicios problemáticos y dejar solo lo que sabía que funcionaba bien.

El resultado fue muy bueno. Al acabar, pude hablar con el público y tuve ese momento de feedback e interacción social que tanto había deseado, ¡incluso me pidieron si podían hacerme una entrevista!

Sin embargo, viví todo este momento desde una óptica totalmente distinta: lo importante de verdad, lo realmente importante en mi vida, no era el resultado —bueno o malo— de ese taller.

En esta entrada he querido transmitiros esa sensación de realidad que viví durante el accidente. Después que ocurriese el accidente nos quedamos más tiempo, y parece que ambos —tanto el chico como la chica— están bien.

A diario vivimos enfocados en nuestros problemas personales, en nuestras expectativas sobre cómo debería ser el mundo; pensando que si no lo logramos, estamos irremediablemente condenados a estar infelices o insatisfechos.

Pero la realidad está ahí fuera; todo lo que nos rodea está sujeto, irremediablemente, al cambio.

Al cambio repentino y fulminador.


Referencias:

Entradas mencionadas o relacionadas:

Entradas que referencian a esta entrada:


Sígueme en Substack

¡Gracias por leer el Jardín de Gestalt! Puedes suscribírte gratis para recibir las nuevas entradas en tu correo y apoyar mi trabajo en eljardindegestalt.substack.com o usando el formulario de abajo.