Los consejos son una dirección
Todos hemos recibido consejos —de otros o de nosotros mismos— en algún momento:
- “Si te esfuerzas, lo conseguirás”
- “Rompe con lo establecido”
- “Escribe rápido; edita lento”
Estos son consejos que yo mismo tengo interiorizados o, incluso, he recomendado a otras personas. Si me preguntas, pienso que son consejos valiosos y útiles.
Pero también me han llevado de cabeza.
Han habido situaciones en mi vida donde…
- No necesitaba “esforzarme para conseguirlo”, sino descansar y dejar que las cosas avanzasen a su ritmo.
- No necesitaba “romper con lo establecido”, sino aprender de los demás e incorporar sus ideas a mi forma de pensar.
- No necesitaba “escribir rápido y editar lento”, sino simplemente escribir sin tener ningún objetivo en mente.
Existe un problema de fondo con estos consejos —y, también, con el resto de consejos que puedas imaginar—: no son verdades universales. No puedes aplicar siempre el mismo consejo independientemente del contexto o de la situación.
O, en otras palabras, si aplicas siempre el mismo consejo, llegarás a situaciones contraproducentes, donde el consejo provocará problemas —en vez de solucionarlos—.
Los consejos son una dirección a seguir
Los consejos —o, al menos, los buenos consejos— te permiten dar un cambio incremental en tu vida: moverte de una situación A (no deseable por defecto) a una situación B (deseable).
¿Pero qué ocurre cuando ya estás en B y sigues aplicando el mismo consejo?
Que puedes llegar a la situación C (no deseable por exceso).
Por esto no me gusta entender los consejos como una verdad universal, sino como una dirección a seguir para acercarte una situación deseable.
Por ejemplo: el consejo “si te esfuerzas, lo conseguirás” es una dirección que te permite moverte de la situación A (donde no te estás esforzando nada) a la situación B (donde te estás esforzando lo suficiente para tener éxito). Pero, si sigues aplicando el consejo desde B, puedes llegar a la situación C (donde te estás sobresforzando más de lo saludable, perjudicando a tu avance).
Creo que si interpretas los consejos de esta forma (como direcciones), es más fácil encontrar equilibrios en tu vida.
Y más importante aún, esto muestra que un consejo es algo incompleto, porque lo verdaderamente importante es…
Ser consciente de la situación
Antes de aplicar un consejo en tu vida —y, sobre todo, antes de recetar un consejo a otra persona—, debes ser consciente de cuál es la situación de partida:
- ¿Es un defecto o un exceso lo que provoca el problema?
- ¿Es este el problema de fondo?
- ¿O es simplemente la causa de otro problema sin resolver?
Dependiendo de si estás en A o en C, necesitarás consejos distintos —incluso totalmente opuestos— para llegar a B.
Conclusión: ¿cómo dar consejos?
Por lo general, evito dar consejos a quien no los pide. El riesgo de equivocarme recetando un consejo es lo suficientemente grande como para que quiera hacerlo gratuitamente.
La cosa es distinta si alguien me pide un consejo.
En estos casos, para mí, lo más importante es entender, lo mejor posible, el contexto de la otra persona. Creo que ayudar a la otra persona a saber si se encuentra en una situación A o en una C es la ayuda más valiosa que puedes ofrecerle. De esta forma, facilitas que sea la otra persona quién encuentre los consejos que mejor le puedan funcionar.
Si aún así sigue necesitando un consejo, entonces intento dar algún consejo que yo mismo haya seguido —teniendo en cuenta que todo lo que sepa de su problema es meramente una visión parcial—.
Creo que lo realmente útil para ayudar a otra persona es: vivir tu vida siguiendo los consejos o principios que consideras realmente valiosos.
Por ejemplo: no recetes el consejo de “haz más ejercicio para estar saludable”. Es mucho más efectivo que tú mismo hagas deporte a diario y que sea la otra persona la que decida si quiere seguirte o no al ver los efectos de ese consejo en tu vida.
Esta forma, de vivir según tus principios, es mínimamente intrusiva para los demás y sorprendentemente es la que noto que más me permite conectar con otras personas y ayudarles.
Y tú, ¿eres capaz de pensar dos consejos complementarios? (Uno que te lleve de A a B, y otro que te lleve de C a B)
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